14 ene 2016

INDIGNACION PERRUNA O CÓMO LLAMAR LA ATENCIÓN EN FEISBUR



 

“¡Malditos hijos de puta! ¡Respeteeeen! ¡Ojalá les estallaran esas sus ametralladoras y sus bombas en el culo! ¡Ojalá que se incendiara su casa… malparidos ahhhgggg! ¡Muéranseeeee!”… He ahí los típicos comentarios propios de las fiestas de fin de año proferidos especialmente por dueños de perros y algún que otro animalejo “doméstico” que sufre (debido a su naturaleza) con la pirotecnia exagerada, las detonaciones fuertes, la algarabía polvorística y hasta con los pedos del señor de la casa, etcétera. Bien, primero lo primero. Una de tantas lecturas entre líneas que hago yo cuando me topo con comentarios atenshion-jor así sería ésta: Me pelan la verga tus costumbres para celebrar, muco cerote, porque estás haciéndole daño a mi pobre y consentido perrito. Sí, supongo que cuando fulano o mengano se dirigen a comprar cuetes, volcancitos, bombas, minas-antipersona, etc. van pensando algo como: Hoy sí perros hijos de la verga, se van a cagar. Me voa tronar todo mi aguinaldo en estas mierdas y si se los lleva puta, mejor. Hace falta ser un verdadero imbécil para de verdad actuar así, o sea, como un perfecto irracional de mierda, con lo cual, por sentido común y porque confío un 2% en mis compatriotas súper chapinísimos de sangre pletórica y tropical, vamos a descartar esta primera conclusión un tanto… descabellada. (Después de releer los blogs de Luisfi y Palmieri he mejorado muchísimo mi vocabulajajajaja). La segunda lectura entre líneas sería ésta: Como yo tengo un perrito y el perrito sufre con los cuetes y las luces infernales, automáticamente vos te tenés que cohibir de hacer lo que se te dé la gana y no celebrar como lo has hecho desde que eras un ishto. Ahí está el asunto: resulta que los problemas y vicisitudes del dueño (nadie, creo, lo obligó a tener un perro, un oso panda o una mojarra que por las noches transpira rayos-X, inofensivos, claro), nos deben concernir a TODOS. ¡Así porque sí! Y aquí hay que aclarar un punto importante: una onda es solidarizarse con el problema en cuestión y decir: Pura mierda con los pobres chuchitos, hay que agarrar la onda y evitar, si podemos, estas situaciones, y otra es tener que sentirte puramierda, atacado, buliado y criminalizado por quemar ametralladoras en Navidá, Año Nuevo o en tu maldito cumpleaños porque parece que lo estás haciendo en contra de los derechos de los animales y estás atentando, como insensible y cavernícola que sos (sí, con esa maldad que te rebosa cada vez que querés pasarla bien con tu familia o con tus cuates), contra su salud física y ¡EMOCIONAL! (Vieras que mi pobre gordo se pone histérico, se estresa, se le sube el azúcar, se desquicia con tanto cuete, de ahí como que tiene pesadillas y al día siguiente lo noto más introspectivo que de costumbre…) Por lo tanto, ¿qué es lo que se nos está permitido hacer? ¿A qué tenemos derecho como ciudadanos? Si el vecino tiene un chucho o dos o tres o veinte, vos no podés quemar ni mierda; o sea, se te critica ese derecho; pero si el perro o la jauría de perros del vecino pasan ladrando y aullando toda la madrugada, vos le tenés que hacer huevos porque qué otra. Así, ¿por ejemplo? ¿Debemos salir y tocar en todas las puertas de la cuadra, la cuadra de a la par y la del otro lado y preguntar si tiene perros porque queremos quemar cuetes?
                   
(Bien, antes de que sigan leyendo, les cuento algo: Yo tengo un perro. Ah, y otra cosa: no me considero animalista como tal pero detesto profundamente el maltrato animal y, más todavía, a los hijos de cien mil putas que maltratan a los animales. Eso que quede bien clarito, paisanos míos. O sea, si escribo esto no es precisamente porque soy un desalmado al que no le importa la integridad de una Criatura de la Creación, como diría Brayan, el cuate que me viene a desparasitar a mi chuchita. No, mi clavo es con ustedes, los dueños).

Yo creo que, independientemente de por qué razón te guste a vos tener mascotas (perros, en este caso), lo ideal (LO IDEAL) sería que, antes de ponerte a tirarle mierda a los demás, te preocuparas vos, primero, por contar con un espacio decente para que tu perro pudiera andar como lo que es: un perro, y no un perro al que te empeñás en convertir en persona y en tratar como si fuera más importante que tus propios chirises o hermanitos. Un buen patio, por ejemplo. Segundo, que estuvieras consciente del lugar donde vivís (una colonia, unos residenciales, un apartamento caja-de-zapato, etc.), para que pudieras hacer algo al respecto VOS (no los demás) en caso de celebraciones estridentes en las que sabés que a tu perro se lo puede llevar la tristeza. O sea, saber que el clavo y la responsabilidad son tuyos. ¿O no son tuyos? Puta, si no son tuyos, ¿de quién, papá? No se trata de restringir la libertad de tener un perro o no, sino de saber quién tiene que hacerse cargo de ESA responsabilidad en un entorno digamos… hostil. Yo tenía un cuate que se compró tres tarántulas y resulta que el maldito escándalo de sus vecinos (una pareja de mormones sadomasoquistas radicales) cuando celebraban sus orgías sabatinas con música de Enigma de fondo y alaridos típicos de un rastro, provocaba que las pobres pisadas se volvieran agresivas. Que se malearan. Una madrugada de domingo, cuando sus vecinos decidieron poner fin a su peculiar Sodoma y Gomorra, las tres arañas pisadas se escaparon de su jaulita y le mordieron todas las patas al talega. Si no hubiera sido por un pulmoncito de Indita-Rosa de Jamaica que se echó encima, le hubieran tenido que amputar media pierna. ¡Santo milagro! El dueño de la tienda de mascotas se lo había dicho: Nada de tenerlas en lugares cerrados y urbanos. Además, esta especie arácnida congoleña sufre claustrofobia y es alérgica a los acentos capitalinos. El mierda había dicho la paja de que las iba a tener en la finca de sus viejos, en Sipacate, en contacto con la naturaleza y con los lugareños, y que las iba a alimentar con colibríes recién nacidos y con semillas de macadamia bañadas con sangre de gallinas criollas. La realidad era otra: su cuarto era una ratonera y la jaula era una mugrosa pecera en miniatura.

No sé, muchá, a lo mejor son mis nervios, pero a veces creo que se nos está yendo la mano con las exquisiteces. Antes, si no estoy mal, nadie se quejaba tanto. Ahora en las redes sociales, ese reducto infernal para narcisistas desesperados, nos estamos quejando de todo y por todo. Hasta por ridiculeces. Cuetes, no. Procesiones, no. Manifestaciones, no. Árbol Gallo, no. Celebraciones futboleras, no. Candidatas en los pueblos, no. Verbenas, no. Conciertos al aire libre, no. Entiendo que las sociedades evolucionan, pero créanme, la nuestra no es precisamente un ejemplazo para ir por ahí haciendo alarde de ni mierda. Y lo que es más importante, si tanto amor le tenemos a nuestras “mascotas” (esa palabrita me parece un poco repelente, porque antes de la mascotización estuvo la domesticación y eso me suena, allá a lo lejos, a colonialismo; eso mismo que muchos pro-vida, pro-libertad y pro-individualismo atacan o ponen en tela de juicio), puta, esforcémonos porque no sufran y vivan bien pero NO a costa de las actitudes o costumbres de los demás, sino gracias a nuestra capacidad para solventar una situación puntual, como lo es una celebración en una fecha archisabida. ¿Tan difícil es? Podríamos, no sé, construir un búnker o ponerle audífonos de DJ a nuestro perro con rolas de la Miseria Cumbia Band o de Enrique y Ana, por decir algo. La pirotecnia desbocada está mal, lo sé, pero para mí celebrar no tiene nada de malo. ¿O sí? Las tradiciones son parte de la cultura (pese a quienes les pese) y hay gente, entendámoslo de una vez, que resarce su necesidad de entretenimiento y dispersión esos días, con el simple hecho de quemar ametralladoras a las 12 en Nochebuena o en Año Nuevo. ¡Una costumbre común y corriente! Sí, a lo mejor, pero no se trata de eso. Se trata de la libertad que cada uno tiene para celebrar como le dé la regalada gana. Si vos no lo hacés porque acabás de alcanzar un nivel espiritual similar al Nirvana, porque desdeñás lo popular desde tu urna de pedantería y te considerás un ser superior y cultivado, ajeno a divertimientos callejeros, soeces y mundanos, es TU problema. Tuyo, antes que el de tu perro o el de tu anaconda. No hace falta, de verdad, que externés tu bilis en las redes sociales. O quizás sí, pero güi don quer, mai fren. En serio, grabátelo: GÜI DON FOQUIN QUER. 

Ni de aquí ni de allá ni del más allá,

Rex “Hamor Eterno” Mamey.